viernes, 8 de junio de 2012



           Sabia muy bien que Dios había enviado a la Tierra  a su hijo Jesús para que nos ayudase y nosotros en vez de tratarlo como el Rey que era, lo insultamos, lo azotamos y no contentos con eso fuimos mas lejos todavía, lo cargamos con su cruz hasta el monte Gólgota,  por un camino largo y difícil y ni siquiera su sudor de sangre nos detuvo , al llegar a la cima, lo crucificamos entre burlas y risas, le dimos de beber vinagre y atravesamos su costado con una lanza, ¡cielos! ¡que crueles fuimos!, no me extraña que el cielo se oscureciera y que la tierra temblara, el enfado de Dios tenia que ser inmenso y eterno, yo comprendía todo muy bien, no me extrañaba que Dios nos vigilase continuamente para ver si hacíamos algo malo, en comparación con lo que tuvo que aguantar Jesús, esto no era nada,. Así que sin rechistar hacíamos todos los sacrificios posibles para que Dios en venganza por lo que le hicimos a su hijo, no fuese demasiado severo y nos levantara la mano aunque solo fuese un poco y en vez del infierno pudiésemos alcanzar el purgatorio.





            En mi constante afán por alcanzar el purgatorio (pues el cielo lo veía imposible, eso estaba reservado nada mas que a los santos) rezaba continuamente a las animas que se encontrasen allí, pues pensaba que si yo hacia eso por ella, cuando estuviese en las mismas circunstancias, casi seguro que habría alguien que pensara como yo y me ayudaría con sus rezos, además igual que a mi me enseñaron a rezarles yo les enseñaría a mis hijos y así haríamos una cadena para ir ayudándonos unos a otros cuando la muerte nos alcanzara.





            Todos los viernes del año, desde que murió Jesús cruelmente en manos de los hombres, para que no se nos olvidara el horrible crimen que habíamos cometido, no podíamos comer carne, pues para poder comerla había que pagar a la iglesia un tributo de no sé cuantas pesetas , pues de eso se encargaban en casa; la iglesia nos daba un justificante y ya podíamos comer toda la carne que quisiéramos durante el año, excepto en Cuaresma que era cuando nos preparábamos para recordar y seguir la Pasión y Muerte de Jesús. En aquellos tiempos esas fechas eran las mas respetadas del año y eran de recogimiento para todos nosotros. 





            La Cuaresma igual que ahora comienza también el Miércoles de Ceniza y termina el Domingo de Ramos; esos viernes que hay en cuaresma no se podía comer carne, y si por casualidad no recordabas en el día que estabas, ya podías empezar a purificarte, porque habías roto las leyes divinas y las consecuencias eran gravísimas. Ni que decir tiene, con que cuidado las mamás preparaban el menú, para que ni la sustancia de la carne nos alcanzara ese día y cuando llegaba la Semana Santa que es cuando se seguía día a día, hora a hora la Pasión y Muerte de Jesús, esta semana era de luto riguroso, se cortaba todo medio de divertirse, y solo se escuchaba Música Sacra allí donde pusieras la radio y mas tarde la televisión, estaba prohibido cantar y manifestar alegría, pues era una falta de respeto hacia Dios y eso si que estaba realmente castigado, si se te escapaba alguna estrofa de alguna canción deberías rezar, purificarte y confesarlo mas tarde, pues eso si que era pecado. Y no venial por cierto. El jueves a partir de las doce del medio día ya no harías ninguna labor que no fuese imprescindible y te dedicarías a asistir a los Santos Oficios, ver las procesiones y llorar para que Dios nos perdonase a todos por la ignominia de nuestros actos.  Esos días no probarías la carne ni sus derivados hasta el Domingo de Resurrección, que ya era todo alegría y pasarlo bien, pero todo ello con mucho cuidado para no caer en el pecado, pues hacía poco que Dios había viso de nuevo lo que hicimos a su Hijo y era seguro que no le agradaría recordarlo.





            A mi durante la Semana Santa se me encogía el corazón y a cada paso que veía desfilar en la procesión era mas consciente de lo que habíamos hecho, mi emoción subía de tono por momentos, acababa llorando y si alguien cerca de mi cantaba una saeta, ya era la gota de agua que hacia rebosar el cauce de nuestras emociones, las cuales quedaban allí desbordadas alcanzado a todos los presentes, atenazándoles el corazón y sintiendo la angustia que el momento requería.





            Todo esto era muy fuerte y así nos hacia sentir angustiados y tristes, pidiendo sin palabras clemencia, sintiendo el peso del acto irreparable que habíamos cometido.



                             Continuara.......



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