viernes, 19 de septiembre de 2014



         Cuando uno se siente orgulloso de las cualidades que posee, pero se rebasan los limites de la prudencia, porque al orgullo le acompaña un deseo imperioso y desbordado de que estas, las cualidades que posee, sean reconocidas por los demás, ya no se le puede llamar orgullo y se convierte en “vanidad”, anulando completamente el efecto esperado en los demás y despertando no solo sentimientos de desilusión, también de irritabilidad y a veces de burla.



            La vanidad hace daño en todos los conceptos de credibilidad, pues es un impedimento muy fuerte para reconocer los errores propios y admitir consejos ajenos; así mismo en el mundo de los negocios es muy importante dejar excluida la vanidad y estar atento a las previsiones ajenas, para compararlas con los pensamientos que se han de poner en practica y, escoger los mas adecuados para el negocio que se ha de realizar. También en las relaciones afectivas la vanidad es maliciosa y dañina, sobretodo si el mundo que rodea es confiado, afectuoso y débil, por el daño psicológico que puede acarrear.



DESDE LA PLENITUD...CHUS. 



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