lunes, 19 de octubre de 2015



          Los hombres no son transformados por real decreto ni por votación nacional, tienen que ser fieles al pasado cultural e histórico para que se pueda operar la transición a una nueva tierra con historia sin que se convierta en un traslado al desierto; entre todos hay que percatarse de que exprese su voluntad clara de aceptar la modernidad, apoyando la mayor justicia y mayor solidaridad. El pueblo ha indicado el camino a sus dirigentes, y estos deben seguir y no invertir esa dirección.



          Esta difícil conjugación de diferencias culturas que nos aguardan, reclama tanto por parte de los estados como por parte de las religiones, una maduración cultural y un gran sentido de la concordia que les permita asumir sus problemas, no como choque de poderes, sino como oficio de servidumbre al pueblo que por demócrata y pluralista se articula en la nueva sociedad, mediante unas conversiones de actitudes que facilite una comprensión de la vida humana a través de todos los resortes que el poder de las naciones tiene en sus manos, y asumir la comprensión servicial que respete, integre y conjugue lo que realmente la nueva sociedad necesita en todo tiempo y lugar.



OS QUIERO... AMADO. 



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