lunes, 25 de noviembre de 2013



     Es una realidad que el ejercicio es fundamental como actividad habitual de una persona, como esfuerzo humano ordenado a la producción de riqueza empresarial y, adquisición de bienes personales o familiares y salir de la pobreza que adquiere por su ausencia.



    Para el sano desarrollo de las facultades humanas, y no perder las inspiraciones e intuiciones que deben de acompañar al esfuerzo sano del trabajo, es imprescindible que el ser humano tenga donde ejercitarse física e intelectualmente y adquirir en contraposición a su esfuerzo la remuneración para su sustento y el de los suyos.



      En lo físico, igual que lo intelectual, el órgano que no funciona se adormece, pierde su vitalidad y termina por una inactividad perezosa que termina con su propia existencia; no es de extrañar que se califique “el no hacer nada” por una vagancia exagerada, sobretodo cuando la ausencia de trabajo remunerado se prolonga en el tiempo más de lo esperado, se terminan las ayudas sociales y se pasa a una media indigencia, y digo media por la ayuda de padres y algunas veces de familiares y personas cercanas que ayudan a salvar la situación extrema, pero que se vaticina desesperada en poco tiempo.



       Siempre se ha dicho que “el trabajo dignifica”, ennoblece y hace merecedor, bueno y honrado; ser digno corresponde al mérito o condición de una persona y lo primero que se siente cuando el individuo pierde su trabajo es como va menguando la dignidad con el paso de los días. Esa devaluación de las personas es tan dolorosa como segura y la estimación por él mismo, ese afecto y consideración también se pierde con el paso de los días, a veces meses y en muchos, años. 



Continuara...

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