LUZ Y AMADO: SOMOS EL FÉNIX.

Según la Mítologia antigua de Grecia, el fénix era una ave fabulosa que renacía de sus propias cenizas. Al igual que el fénix, el hombre renace cuando por medio del AMOR destruye al yo.

Cuando el AMOR al PADRE penetra enteramente en el corazón del hombre y lo invade, el AMOR DE DIOS lo prende con SU FUEGO y lo ENCIENDE, transformando la ENERGIA DORADA en SABER, CONOCER, ASIMILAR Y MANIFESTAR toda SU GRANDEZA, desalojando de los sentimientos todos los “yo” que encadenan a los humanos y los hacen individuales, hasta el extremo de renunciar a LA NORMA DEL ORDEN CREATIVO y que es de obligado cumplimiento para toda la Creación.

Por eso cuando tienes que asumir que quieres la LIBERTAD, se enciende la LUZ dentro del ser y alza el vuelo en busca de AMOR, ese sentimiento afectivo que busca “EL BIEN” para formar parte de ÉL y completarse con el sentimiento que busca el BIEN de los otros, alimentando con su ternura, afecto, benevolencia y esmero esa necesidad de resurgir, quemando y convirtiendo en “cenizas”, de buena gana, toda la “estimación excesiva” de si mismo, que se convierte en el yo dominante y que solo es capaz de dominar así mismo, porque se condena a no poder liberarse de la rueda que lo encadena a su propia adoración, encontrando el desequilibrio en el hacer.

Con la muerte de los sentimientos terrenales que ensalzan, alaban y engrandecen la soberbia, se acaba con el origen de los malos deseos y se manifiesta en “el mal que no quiero”, para hallar la vida en “el BIEN que desea”; quien manifiesta el deseo de perderse así mismo, acaba encontrando la vida eterna que tanto necesita para encontrarse en SU DIVINIDAD.

Dijo Cristo: “el que ama su vida la pierde; el que odia su vida la guarda para VIDA ETERNA”; la lucha del yo contra el YO SOY, es la pugna de la vida por la Progresión de la Razón.

Cuando la VERDAD llega al corazón, este se vacía de todo solo por pertenecerle.