martes, 10 de septiembre de 2013
El hombre es renuente por naturaleza, solo se somete a su yo, por eso
lo ha de dejar de lado. Ese “yo” que tanto le obliga a someterse a si mismo y que
no se deja “manipular” por tendencias independientes y de sometimiento a todo
lo que no sea “el” mismo.
Para poder modificar esa tendencia al yo que tiene el genero humano,
se ha de tener muy claro el “objetivo” que se desea alcanzar, y que ha de
responder a una mayor totalidad, integridad y potencia, otorgando un estado
sereno, donde el ánimo este sosegado, tranquilo, claro y despejado para poder
“ver” esa luz que marca un nuevo horizonte a seguir, y que invita, por su
grandiosidad, a una nueva necesidad de alcanzarla para sumergirse en ella y
poder participar de “su plenitud”.
Cuando el horizonte se extiende mucho mas allá del “yo”, y queda
despejado el camino a seguir, la meta se ve próxima y realizable, por eso no se
percibe como “una ilusión” si no como algo APROPIADO y por consiguiente
importante para uno mismo, motivando la concentración diaria sobre el objetivo
marcado, que es ALCANZAR LA LUZ CON LA CUAL SE IDENTIFICA. El compromiso
de querer alcanzarla se NUTRE del propio DESEO DE INTEGRARSE EN SU
TOTALIDAD; convirtiendo, por propia necesidad, en el único objetivo a seguir ya
que le da forma y una nueva dirección a la razón de la existencia en conjunto, y
como consecuencia de este nuevo deseo se aparta del camino la “necesidad
individualista del yo”, porque ya se participa del primer “alborear” de LA LUZ.
continuara...
DESDE LA PLENITUD... CHUS.
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