Despertaba la noche
y su negro manto
envolvía los corazones,
los aislaba…
y en solitario
hacían sus reflexiones.





       


















Con el albor primero
que cubría de fina escarcha
la palabra en el silencio,
llegaba la muerte, ¡Clara!,
a mezclarse con fina sonrisa
en las profundidades del alma.

       Te reconozco, compañera,
se como corta tu guadaña
cuando acaricia con soltura
las praderas de mi casa;
separa con dulce balanceo
las raíces, que confiadas,
descansan bajo la tierra
pues la tienen por morada.

       Sus verdes tallos, pujantes,
se amontonan tras tu paso
y son recogidos en cestos
para alimentar el ganado.




     

















  Cumpliendo con esta suerte
todo aparece “claro”,
sin saber que con el tiempo
lo cortado muere acabado
porque si no lo come animal
podrido hay que retirarlo
y pasara largo tiempo
hasta que ya reciclado
vuelva de nuevo a la vida
para seguir con su “TRATO”.



          DESDE LA PLENITUD… CHUS.