martes, 24 de abril de 2018



    Cuando las interacciones, que se viven con impacción, se van acumulando, y se traen al presente por medio de los recuerdos, producen la reacción de modificar negativamente la sensibilidad hacia la persona o personas que contribuyeron a alterar el ritmo de nuestra forma de manifestarnos en el ambiente propio, con la consecuencia de ir originando un sentimiento de rechazo que, si no se le pone remedio, se puede convertir en rencor. 



       El rencor es difícil de erradicar, mina la voluntad y predispone a la persona que lo siente a no encontrar un vínculo que le ayude a atraer de nuevo la confianza que perdió. El rencor no solo es dañino para el cuerpo, también lo es para el espíritu. En el cuerpo altera el funcionamiento de los órganos mas sensibles que se ven perturbados por los efluvios que emanan del sentimiento del rencor, disminuyendo o alterando el ritmo de su función, produciendo un daño que puede minar la salud; en el espíritu disminuye la capacidad del bien, y al intervenir los sentidos, que son los encargados de dar significado a las acciones que llaman su atención, poniéndose en funcionamiento y elaborando, a través de su percepción, sentimientos encontrados que dificultan la convivencia, y que ademas van creciendo a través del placer de recordar el mal que dañó, en una determinada situación vivida, perdiendo objetividad a la hora de ser fiel al sentimiento del amor que debe manifestar el perdón. 





      OS QUIERE… CHUS.




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