lunes, 30 de abril de 2018
Cuando apartas de tu vida la fe (fuerza interna por la que obra el ser que la posee), las tinieblas se van apoderando de uno porque la duda ocupa su lugar; la oscuridad va creciendo dentro del pensamiento que se deja influenciar por el sentimiento que teje la sombra que va dejando la duda, corroyendo los sueños y fraguando figuras que obstaculizan y amenazan los deseos, confundiendo a su paso el tejido de amor por el miedo que despierta la desconfianza, sustituyendo la luz y su resplandor por la oscuridad opaca que obstruye la ilusión, desbordando y derramando su contenido y haciendo que se pierda en las tinieblas de la nada de su origen, originando que ese deseo que un día fue convertido en sueño, solo sea una mera quimera que solo adorno por un efímero tiempo la vida ilusionada de su autor.
Cambiar la FE por la inseguridad que da el vacío del miedo, perdiendo la fuerza que impulsa al ser humano ha realizarse y completarse en su existencia, siguiendo las pautas que le dicta su interior, libre de impedimentos externos que solo se limitan a medir la capacidad de la que dispone individualmente para realizar sus deseos convertidos en sueños que magnifiquen y superen las dificultades en el bien propio y ajeno.
No se puede olvidar que nadar en el vacío de la incredulidad, donde ninguna respuesta es válida, no lleva a ninguna parte, a no ser que esa “fuerza” perdida se recupere con el empecinamiento de la insistencia y hagas como la ranita que calló junto con su amiga en la fuente llena de leche, una se rindió y se dejo ahogar, mientras que la otra para poder salvarse no dejo de hacer lo que sabia, que no era otra cosa que nadar sin parar dando vueltas a la fuente buscando poder salir y con el movimiento de sus extremidades consiguió que la leche espesara convirtiéndola en mantequilla con lo cual salió doblemente recompensada, no solo salvo la vida, también descubrió la mantequilla.
OS QUIERE… CHUS.
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