miércoles, 30 de enero de 2019



         Habitualmente le pedimos a Dios concesiones que nos parecen importantes y necesarias para la continuidad de nuestra vida, no reparamos si es conveniente o no; solo tenemos en cuenta que lo deseamos o queremos en ese momento sin reparar si será bueno mas tarde o si se acopla al Bien que nuestro Padre Celestial quiere para todas sus criaturas. 



        Aveces llegamos a pedirle la vida de nuestro ser querido que esta muy grave en su salud o a punto de fallecer. En nuestra oración le imploramos reiterativamente que nos escuche y nos atienda lo antes posible, pedimos su milagro y suplicamos insistentes que la fe nos invade y solo queda recibir la ofrenda de conseguir lo solicitado con tanta fuerza como insistencia ponemos en ello. Pero…, si lo solicitado no sale como esperamos y lo que tenemos entre manos fracasa nos queremos evadir responsabilizando a Dios de su falta de atención sobre las peticiones que se le hacen y como niños caprichosos que ni saben ni entienden la protección que los padres ejercen sobre ellos cuando no les dan lo que piden porque saben que les haría mas daño que bien, la rabieta sale con fuerza desmesurada y lo primero que se hace es negar su existencia, “ya no eres mi padre”, no existes porque si lo hicieras harías justicia y el mundo no estaría tan mal repartido, unos tanto y otros tan poco, te cebas en los mas débiles y las oportunidades no son lo mismo para todos, porque a los demás si y a mi no; los reproches son incesantes originando lo que llamamos crisis de fe y lo primero es negar su existencia sin pararnos a pensar que si hiciese todo lo que le pedimos seria una situación infausta. 




             Dios es tan generoso que nos deja la libertad de crearnos nuestro propio mundo según decidamos, nuestro puente de comunicación es la conciencia, ahí es donde nos instruye y corrige las equivocaciones dándonos la oportunidad de alterar el ritmo de las acciones para mejorarlas y contribuir a buscar el bien común y el propio, enseñándonos que todo es posible si sabemos escuchar la voz de nuestro interior dando respuesta con la conciencia a su conformidad en todo lo que hacemos, y en cuanto a pedirle la vida sobre la muerte también sabemos de sobra que  solo a el corresponde esa decisión y al presunto difunto su disposición de ánimo en el acento correspondiente del primer tiempo de su compás donde marca el ritmo de su propia melodía que nadie tiene derecho a interrumpir, ni siquiera Dios que sigue y rige el designio de sus propias leyes sin interferir en su ejecución. 




          Si quieres que Dios te ayude no dejes de atravesar el puente de unión con el y realizar los hechos según el dictamen de la conciencia que te une a su consejo y según sea el desarrollo de la base estructural que poseemos por todo el bien aprendido y realizado, así alcanzaremos la perfección de nuestros actos supervisados por el padre comprensivo que nos da la libertad de actuar en relación a su enseñanza y su consejo, y cuando no entiendas un resultado bendice el bien de esa situación y pide su ayuda para que lo que debas aprender de ese resultado llegue a nosotros y a través del silencio de la conciencia se abra su luz y se nos manifieste. No hay que olvidar darle siempre las gracias por la ayuda recibida y la predisposición que debemos tener para escuchar su consejo sin hacernos los sordos, los ciegos y los mudos por comodidad de no prestar atención a su comunicación. 




OS QUIERE… CHUS.   





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