miércoles, 30 de marzo de 2016
Europa vive en estos momentos con la mezcla de las naciones que la
componen y la influencia radical que se ha establecido dentro de sus fronteras,
creando esos focos de células o grupos de unidades políticas con el único fin de
desestabilizar lo ya aceptado por el resto democráticamente en un trenzado de
temor, gozo, alegría, sobresalto, dolor y terror, motivado por la desigualdad social
en que piensan que viven las diferentes culturas, religiosidad y potestades de unos
y la tolerancia, igualdad, derechos y libertades de los otros, que son removidas en
sus corrientes profundas de vida, remansadas durante siglos, y que son agitadas
desde el fondo de su corriente histórica hasta la superficie actual donde la masa
que la forma queda al descubierto y desprotegida, para volver a ser canalizada de
nuevo por medio de la complejidad de culturas, religiones, aspiraciones y
costumbres que quieren imponer a la vieja Europa, removiendo sus cimientos en el
mismo lecho.
Hay que tener en cuenta que Europa ha sido y es decisivamente fruto
de una actitud política prevalente y de una confesión religiosa que tilda por el
cristianismo, y puede suceder que el susto que denota esa novedad que los
radicalistas quieren imponer desencadene un miedo, una inseguridad y sobretodo
una violenta reacción que haga retornar a un pasado conocido de luchas
tortuosas, aboliendo el porvenir incipiente de una Europa de naciones unidas y
colaboradoras entre si para goce y disfrute de todos los que acoge en su interior.
OS QUIERO...CHUS.
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