lunes, 11 de junio de 2018
Con la capacidad natural para pensar y juzgar en relación con la Chispa del bien que todos llevamos dentro, somos capaces de corregir los errores de la razón y dominar los apetitos sensibles con esa inclinación natural de los humanos que tiende hacia realizar el bien y rechazar el mal. Este conocimiento de el hombre de “el saber junto con Dios” nos dota de ser conscientes de Su Chispa o centella que susurra e indica a cada cual las desviaciones en que puede incurrir respecto al cumplimiento de las Leyes morales, formando el fondo espiritual que torna el alma idéntica a la figura de Dios, formando el hábito de los primeros principios básicos, dando la capacidad natural para pensar con rectitud y acierto ante las dificultades que se presentan formando el cúmulo de experiencias superadas en el bien, y que ya forman parte de la base estructural del individuo, creándole un hábito de actuar que le hará merecedor de cumplir su sueño, por el deseo necesario, y el sometimiento a la propia voluntad que le dará la fuerza interna para seguir y no desfallecer ante las dificultades y adversidades que la vida ponga ante uno.
Toda la capacidad natural nos hace merecedores, pero si los deseos los convertimos en “deseos innecesarios”, nos condicionan para no resolver, dependiendo de cual es el consentimiento al decidir la posición en el espacio de todo movimiento, se pierde la voluntad porque esta se desborda al perder el umbral de sus propios limites y todos sabemos cuando hay que parar para no rendirse a los sentidos materiales o inferiores: temperatura, dolor, equilibrio, máxica muscular y máxica ósea; la misión de los sentidos es ser la guía que nos permita conducirnos en la vida, y los sentidos inferiores que acabamos de nombrar, unidos a los superiores: vista, oído, olfato, paladar y tacto nos hacen mas fácil la dirección que se ha de seguir o cuando se ha de parar para no sufrir el impacto de las interacciones que nos desvíen del camino correcto.
OS QUIERO… LUZ.
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